MODELOS DE LECTURA


Modelo ascendente o bottom up (Gough, 1972)

El primero es el modelo ascendente o –bottom up. En él, la persona comienza por las letras y los conjuntos de éstas, en un proceso que va aumentando hasta que el lector consigue entender las unidades más amplias, las palabras y el texto completo. El modelo se centra en el texto y sólo se basa en la decodificación (Artola: 1988; Sandoval: 1991 y Solé: 2001).

Este modelo tiene como base la teoría tradicional, y fue durante los años setenta que se desarrolló la corriente que I. Solé (2001) llama ascendente. El también llamado bottom up plantea que la comprensión se logra por medio de un aprendizaje secuencial y jerárquico de una serie de discriminaciones visuales (Torres: 1997), entendiendo que la comprensión de un texto escrito es el proceso cognoscitivo mediante el cual se construye, en la mente del lector, la información transmitida por el autor a través del medio escrito.



Se le llamó modelo ascendente porque parte de los componentes más pequeños para después integrarse a otros más importantes. En este modelo, antes de alcanzar la comprensión del texto, se realizan dos procesos fundamentales: la percepción de los símbolos gráficos y la decodificación de éstos; es decir, la traducción de los símbolos gráficos a sus representaciones fónicas (Morales citado por Morles: 1993).

Fernando Cuetos (2000) explica, a través del modelo ascendente, que la lectura se compone de procesos perceptivos, léxicos, sintácticos y semánticos, es así como el autor describe que el proceso inicia a partir de que el lector utiliza sus sentidos para “extraer” de los signos gráficos la información.

La primera operación que realiza es poner la mirada en los diferentes puntos del texto; es entonces cuando los ojos permanecen fijos, pero la mayor parte del tiempo avanza a través de movimientos sacádicos que son los saltos de los ojos después de fijaciones visuales.

Posteriormente, la información que se adquiere con los ojos se almacena en la memoria sensorial o memoria icónica; al mismo tiempo la información más relevante se guarda en la memoria más duradera o memoria a largo plazo. Ese es el momento del análisis, ya sea a través del reconocimiento global de palabras o de la identificación previa de sus letras componentes.

En el mismo sentido, Armando Morles (1993) propone que la lectura se compone de las siguientes etapas: percepción, codificación, comprensión, retención y evocación. La primera corresponde al reconocimiento de las letras, la segunda a su sonido, posteriormente, la identificación, la memorización y finalmente la repetición, que sería el resultado de la lectura. Es decir, leer no sólo es un proceso visual sino que depende de que el lector domine la estructura de superficie, el sonido y la representaciones escritas del lenguaje, así como las estructuras profundas, portadoras del significado (Sandoval: 1991).

Modelo descendente o top down (smith, 1983)


Este modelo busca palabras o frases globales, y después realiza un análisis de los elementos que lo componen (Cuetos: 2000; Smith: 1983), tuvo el acierto de considerar que no sólo existe el texto y su decodificación, sino también las experiencias previas de las personas al leer.

Es descendente porque, a partir de la hipótesis y las anticipaciones previas, el texto se procesa para su verificación. De acuerdo con este modelo, aprender a leer implicaría no tanto la adquisición secuencial de una serie de respuestas discriminativas, sino el aprendizaje y el empleo de los conocimientos sintácticos y semánticos previos para anticipar el texto y su significado (Torres: 1997).





El procesamiento en la lectura se produce en sentido descendente, desde las unidades globales hasta las más discretas, en un proceso “guiado por conceptos”, en el cual el lector es el eje principal. Se reconocen estas ideas en los métodos analíticos que parten de la enseñanza de configuraciones con sentido.








Modelo interactivo




Este modelo supera a sus predecesores; sin embargo, las estrategias de lectura son consideradas procedimientos generales, se asume a la lectura como proceso unidireccional (de la identifica­ción a la interpretación) en el que se reconstruye el significado, apoyándose por una parte en las ideas expuestas en el texto y por la otra en el conocimiento previo del tema; lo que resulta coincidente con la idea de Paul Ricoeur de que «leer es asociar un nuevo discurso al discurso del texto».



Al asumir la existencia de estrategias de lecturas universales se desconocen las potencialidades y limitaciones individuales, el aprendizaje cooperativo y el papel dirigente del maestro.


La noción de interactividad que da nombre a este modelo, alude únicamente a la re­lación emisor–receptor. Al evaluar este modelo desde una perspectiva didáctica, queda claro que la interactividad debería considerar además el papel dirigente del maestro, la cooperación entre lectores (o pares) y la utilización de herramientas.

Re­sulta indispensable recordar la ley genética del desarrollo formulada por Vigotsky y el carácter mediado del aprendizaje. Debe recordarse que esta mediación es tanto de carácter social como instrumental y que el proceso requiere ciertos niveles de ayuda. Se trata de la ilustración de un proceder externo del que debe apropiarse el lector.

Por otra parte, la interpretación resultante de la dialéctica entre lo que el texto intenta transmitir y lo que aporta la subjetividad cognoscitiva y afectiva del lector no tienen lugar en una progresión unidireccional. En la interpretación, al intervenir toda la gama de asociaciones que el texto evoca en la mente del lector, se sigue un orden "espiraloide" y multilateral. La simplificación de este proceso como una progresión unidireccional ha prevenido a la didáctica de las lenguas de la utilización de unas estrategias en apoyo de otras.




















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